Que nuestras viviendas sean hoy
más confortables, estables y seguras que hace varios siglos es fruto, en gran
medida, de la evolución que han sufrido los materiales de construcción. A lo
largo de estos años hemos observado cómo se han introducido mejoras en un gran
abanico de productos, muchos de ellos
derivados de la piedra de
yeso, adaptándose a los nuevos azulejos y baldosas que han ido apareciendo
en el mercado.
Además, el desarrollo de los
materiales de construcción indica el nivel tecnológico de un país. El cómo y
con qué se han levantado sus edificios demuestra el potencial económico de una nación
frente a otra. Por ejemplo, en las grandes potencias europeas se levantan
rascacielos de acero y cristal, mientras en países subdesarrollados de Sudamérica
o África, apenas emplean más que una especie de argamasa como mortero y elementos
que se pueden obtener directamente de la naturaleza (maderas, cañizos, etc.).
Actualmente, los materiales de
construcción que están disponible en cualquier almacén o polvero pueden
dividirse en tres grandes grupos.
Metálicos: se trata de elementos inorgánicos de gran dureza
obtenidos en origen de un componente mineral como el hierro, cobre, níquel o
aluminio. En algunos casos pueden contener elementos no metálicos.
Cerámica: azulejos, baldosas, ladrillos… son algunos de los
materiales agrupados en este segundo conjunto. Son materiales de baja
conductividad a la electricidad y a la humedad, por lo que habitualmente se
colocan en zonas como el cuarto de baño o la cocina. La introducción de la teja, por parte de la cultura islámica, marcó un antes y después.
Poliméricos: en este último grupo se encuentran el caucho y los
derivados del petróleo como los plásticos y muchos tipos de adhesivos y
pegamentos.
En tiempos remotos, los elementos
más utilizados para levantar edificios fueron la piedra y unos vetustos
ladrillos de barro. De hecho, en la mayoría de los restos de las viviendas de primitivas
pueden encontrarse restos de estos materiales primitivos. Con el paso de los
siglos, se introdujo un ladrillo mejorado, realizado a partir de otros
componentes y con orificios para hacerlo más ligeros. Con ellos se construyeron
las primeras poblaciones y unas edificaciones de de mayor resistencia. Más
tarde fueron incorporándose otros como una mezcla de polvo y agua, a modo de conglomerante,
el antecedente del mortero de cemento y piedra de yeso, y el
hierro, que llegó a ser el mineral más explotado en las minas de la antigüedad.
Poco a poco en esta evolución, la
llegada de otros materiales permitió contar con edificios públicos y viviendas más amplias, incluso de más de una
planta, sobre todo, con la llegada del acero y un concreto armado, el
antecedente del hormigón actual. Atrás quedaban las primitivas casas
rectangulares de adobe del Antiguo Egipto, o los hogares de piedra y barro de
Oriente Próximo. Con el paso de los siglos y la llegada de la Edad Media, se
comenzaron a realizar grandes construcciones (como los monasterios y desarrollo
de los grandes núcleos urbanos) y más tarde, en pleno XX, se inició la
expansión de edificios residenciales.
Hoy en día, se siguen
investigando nuevos materiales y, sobre todo, formas de construir que ahorren
tiempo y que sean sostenibles para el medio ambiente. Ejemplos de ellos son el
concreto de celulosa, las viviendas de hormigón armado o los paneles de pladur,
entre otros.